No lo ves, pero está ahí.
Duro y frío, para dolerte. Suave e invisible para engañarte. Transparente, casi
imperceptible, esperándote. Y ahora tú, confiado, decides atravesarte.
Ignorando los límites.
Arrojado, impulsivo, movido por la emoción
y el coraje.
En el suelo, semi-inconsciente, saboreas la sangre que corre hasta tu boca mientras piensas: “¿Cómo no lo ví?”.
20150201 De egos

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