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Nací de un torbellino en el que volaban unos perros, unos leones, diez mil budas, tres selvas, una cascada, cientos de esfinges, un mago, una chamana, un gusano, una mariposa y una libélula, mil significantes y un significado, lo real, lo simbólico y Jerusalén. Y como el viento que arrancó las hojas rojas, verdes y azules del guanaco para crear al sagrado pájaro quetzal, quiso el torbellino que despertara el cuerpo y danzara la mente para ver nacer el mito.

lunes, 4 de agosto de 2014

Cruce de caminos

Pensaba sin cesar en aquella cruz, coronada en tridentes. El bronce tornado azul turquesa fruto de la exposición a la intemperie, y aquellos pequeños picos que se me clavaban en el alma.

No podía quitármela de la cabeza, ni tampoco sabía por qué.

Recuperando la respiración, después de aquel despertar sobresaltado, recordé por unos breves instantes qué me había provocado semejante estado de excitación.

De nuevo ese sueño, ese cruce de caminos, ese cruce marcado con aquella cruz coronada en tridentes que había tornado en azul turquesa. Y la misma sensación, aquella que me oprimía cual yunque forjador de la cruz y que me obligaba a seguir, pero no sabía por dónde.

¿Dónde conduce cada camino?
¿Cómo elegir el adecuado?
¿Qué encontraré en el sendero elegido?
¿Qué dejaré atrás?
¿Para qué he llegado hasta aquí?
¿Qué pasa si continúo por el mismo sitio?

Y de nuevo, las taquicardias, tremenda tamborada en el pecho, Calanda entera sacudiendo mi ser. El pánico. El abismo. Los cuatro caminos girando en una ruleta de la vida, aunque solo dos, solo dos de ellos, me robaban el aliento.

Aquel que continuaba mi camino de origen, aquel que, aunque polvoriento, aparecía como sendero conocido, que aunque seco y agotador, era cómodo, pues en él cabía enfilar un pie delante del otro, y dejarme llevar.

Y el otro, ese que venía no se sabe bien de dónde, pero que se había cruzado ahí, de manera inesperada, señalado por aquella cruz coronada en tridentes.

¿Qué significa?

Ese camino parece boscoso, selvático, muy verde, muy fresco, ese camino está oculto tras la bruma, y desde su interior llegan sonidos ininteligibles, tal vez de cantos de pájaros, tal vez de susurros de hojas al chocar, tal vez de arroyos corriendo a su vera, o tal vez son voces de ultratumba avisándome de que no lo tome.

Me atrae, me provoca, me devora, quiero dejarlo atrás pero no puedo, y quiero avanzar por él pero un terrible dolor me atenaza el cuello y el corazón.

Y entonces Calanda entera en mi interior comienza de nuevo su tamborada, mi cabeza palpita, mis oidos estallan, me encojo, me remuevo, quiero gritar pero no puedo.

Mi voz secuestrada por mi ego, amordazada y enjaulada, sometida, maltratada, no puede salir, y, empapada en sudor, al borde del desmayo, miro aquella cruz y descubro su sombra. Y su sombra señala.

Tres pequeños picos se me clavan en el pecho, mi corazón late con fuerza y mis ojos derraman ríos de alma.

Y entonces despierto. Sola. Llorando. Con el recuerdo de aquella cruz coronada por un tridente que contiene todo: el tres, el mensaje, la indicación, señalando el camino con su sombra.



20140802 Santiago

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