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Nací de un torbellino en el que volaban unos perros, unos leones, diez mil budas, tres selvas, una cascada, cientos de esfinges, un mago, una chamana, un gusano, una mariposa y una libélula, mil significantes y un significado, lo real, lo simbólico y Jerusalén. Y como el viento que arrancó las hojas rojas, verdes y azules del guanaco para crear al sagrado pájaro quetzal, quiso el torbellino que despertara el cuerpo y danzara la mente para ver nacer el mito.

miércoles, 6 de agosto de 2014

El Dalang (parte I)

Cuenta la leyenda, que en la lejana Jogyakarta, en la isla de Java, un joven aprendiz de Dalang, ayudaba a su padre, el maestro Ki Grado, en la confección de delicadas marionetas de cuero para el famoso teatro de sombras Wayang Kulit.

Mientras alisaba la piel de cabra para realizar las delicadas figuras que representarían las figuras del Ramaiana, escuchaba a su padre instruir a su hermano menor.

- Kulit significa cuero, y Wayang teatro, pero también sombra, imaginación, y espíritu. No en vano un Dalang no es simplemente un titiritero, sino un maestro, un narrador que conecta a su audiencia con el mundo de los espíritus...

- ¿Por eso los hombres poderosos te llaman, padre? ¿Para ayudarles a comprender ese mundo misterioso? - preguntó el pequeño.

- Por eso, y por que los hombres poderosos quieren saber el futuro y no tienen capacidad, y la sombra señala lo que ellos normalmente no saben mirar. Pero yo ya estoy enfermo, hijo mío. Has de ayudar a tu hermano para que me suceda, y tú puedas sucederle a él, y así, ambos instruir igualmente a vuestros hijos.


El pequeño corrió hacia su hermano gritando:

- Ki Suro, Ki Suro, padre me envía a ayudarte.- El joven Dalang cogió a su hermano en volandas. Hijo de la última esposa de su padre, había llegado a la familia de forma inesperada y debido a la avanzada edad de su progenitor, prácticamente lo había criado él. Ki Suro se encontraba confeccionando su propio juego de marionetas. Ya en alguna ocasión había tenido que sustituir a su padre y se encontraba con que los viejos cueros contaban siempre las mismas historias. El eligió la piel de una enorme cabra que había pertenecido a la familia y que había tenido descendencia hasta ser bien vieja. 

- Esta chota ha dado mucha vida, y eso es lo que necesitan las nuevas marionetas. ¡Mucha vida!. Mira hermanito, ya casi está todo acabado. Ayúdame con las últimas: Están los personajes refinados o "halus", "gagahs", los vigorosos - dijo haciendo un gesto de fuerza hacia el niño provocando su risa- los toscos o "gusen", los "danawa" que son los ogros - comentó ahora agravando la voz - las "putri" , delicadas mujeres - dijo de forma engolada y abriendo y cerrando los ojos haciendo que el pequeño no parara de reir - y por último, ¡tus favoritos! - y al tiempo que levantaba una figura con cada mano y hacía con ellas cosquillas a su hermano exclamaba: - los wanara y los dhaghelan...

- ¡Los simios y payasos! -reía sin parar el pequeño.

- Ki Suro, ¡ven! ¡Apresurate! - llamó su padre desde la puerta de casa. Junto a él, un mensajero real. Ki Suro sabía qué le esperaba. Un nuevo encargo para su padre, al que tendría que acudir él.

- No importa - pensó.- Estoy preparado. Y mirando su nuevo e impecable juego de marionetas las fué embalando cuidadosamente mientras respondía - Ya voy padre. Venga hermanito, ya jugaremos luego...

Al día siguiente partió a la corte escoltado por el mensajero real y dos soldados. Durante el camino el mensajero le puso al corriente de la situación. El rey había soñado con una gran tormenta que arruinaría las cosechas si no entregaba a los dioses a una de sus tres hijas. Estaba desolado, y recurría a un Dalang para que representara la reogida de ese año y ver si la prosperidad o la catástrofe estaban representadas en su historia.

Nada más llegar, unos ojos color miel atraparon su mirada. Como una huidiza mariposa, su propietaria giró la cabeza y la vió alejarse caminando tras unas bellas mujeres ataviadas de forma lujosa. El mensajero real le comentó por lo bajo: 

- No tienes mal gusto muchacho. Es Damira, una de las doncellas acompañantes de las princesas. Las malas lenguas dicen que tiene sangre real, pues su madre, asistente de la reina, estaba desposada con un viejo y estéril noble, y su belleza era tal que ni el propio rey era capaz de disimular su admiración por ella.

Ki Suro, avergonzado, balbuceó:

- No sé a qué os referís. Si no os importa, me gustaría que me dijerais dónde puedo montar mi escenario para la representación.

- Por supuesto - contestó el mensajero riendo. Te conduciré hacia el lugar indicado para ello. Tienes dos horas para prepararlo todo.

Los preparativos del teatro de sombras eran todo un ritual para un Dalang. Además de colocar las dos estacas de banano entre las que extender la sábana, debía hablar con el Gamelan, o grupo de músicos que acompañaba la representación, y luego disponer de un tiempo de meditación para escoger las marionetas que actuarían ese día si la representación no era folclórica o cultural, como en aquel caso. Ki Suro confiaba en sus marionetas  pues estas le transmitían la historia según se iba desarrollando, y él solamente debía dejarse llevar en aquella suerte de trance que construía el guión representado.


Poco a poco fueron llegando los invitados, y tuvo la oportunidad de saludar al rey. Tras él, sus tres hijas hermosamente adornadas, y más atrás, esos ojos color miel que miraban al suelo, para fugazmente posarse sobre él, esbozando una sonrisa.

- Atención. El rey va a hablar.- Un silencio se extendió por aquél repleto patio palaciego, y en unos segundos pudo oirse la voz real.
- Muchacho, tu padre nos ha dado excelentes referencias sobre tí. No me decepciones.
- Por supuesto excelencia.- Contestó Ki Suro.- ¡Que de comienzo la historia! - Y con esta frase, señal para que los músicos comenzaran a tocar, las luces se apagaron excepto la que iluminaba la sábana tras la cual iban saliendo representadas las diferentes escenas del teatro de sombras.

Las representaciones del Wayang Kulit duraban toda la noche, y durante ese tiempo, Ki Suro representó diferentes momentos de la vida en la corte, así como la recogida de una gran cosecha, para deleite de todos los asistentes. Casi al final de la función, una de las putri que representaba a la hija mayor del rey, se tiraba por una montaña, confirmando los peores temores del monarca. 

La audiencia gritó aterrada y la mayor de las princesas se abalanzó sobre la sábana gritando:

- ¡No! ¡Embaucador!
- ¡Basta! - gritó el rey.- Muchacho, he visto bastante. Mis ministros pagarán tu trabajo. Puedes irte. Se convoca Consejo mañana para alertar a la población sobre la escasez de alimentos este invierno.



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